Hospital Universitario La Zarzuela Madrid

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Cáncer y Deporte

Capítulo 6. Psicología y Actividad Física

Capítulo 6. Psicología y Actividad Física

 

¿Qué es el Cáncer?

Cuando hablamos de Cáncer, no nos referimos a una única situación igual para todas las personas que reciben este diagnóstico, si no que con este término se hace referencia a diferentes procesos clínicos, con diferentes comportamientos, diferentes cursos, tratamientos, pronósticos y por tanto también con diferentes respuestas emocionales.

Según la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), con el término cáncer hacemos referencia a 200 tipos de enfermedades, cada una diferente a las demás. Pero entonces, ¿Qué es lo común a todos los Cánceres? La respuesta es que en todos los casos existe un desarrollo de células anormales que se dividen y crecen de forma descontrolada, teniendo la capacidad de diseminarse por el cuerpo. La diseminación puede ser por invasión o por metástasis.

La Invasión se refiere a migración y penetración de las células cancerígenas en los tejidos vecinos y la metástasis se produce cuando las células cancerosas viajan a través de la sangre o del sistema linfático invadiendo tejidos normales en otras partes del cuerpo.

Los distintos nombres o tipos de cáncer se refieren al órgano afectado y al tipo de tejido en el que se ha originado. Los tipos más comunes son:

  • Los Carcinomas son los tipos más comunes de cáncer, más del 80% del total; se originan en las células epiteliales, que son las que cubren las superficies externas e internas del cuerpo. Los canceres de pulmón, mama, colon, próstata, páncreas y estomago son de este tipo.
  • Los Sarcomas. Son canceres que se forman a partir de células conectivas, que se encuentran en los tejidos de soporte del cuerpo; huesos, cartílago, grasa, tejido conectivo y musculo. Los más frecuentes son los sarcomas óseos.
  • Los Linfomas se desarrollan en los tejidos linfáticos como las estructuras y los ganglios linfáticos.
  • Las Leucemias se originan en la médula ósea que es la encargada de producir los glóbulos rojos, los blancos y las plaquetas.

Los médicos utilizan varios nombres técnicos para referirse a distintos tipos de carcinomas, sarcomas, linfomas y leucemias. Estos términos son prefijos latinos que corresponden a la ubicación en la que comenzó el cáncer. Algunos de estos prefijos son: “Adeno”= que significa ganglio, (así por ejemplo, el cáncer de células ganglionares se conoce con el nombre adenocarcinoma). “Osteo”= hueso, (Cáncer que se origina en el hueso: osteosarcoma). “Condro”= cartílago, “eritro” = glóbulos rojos, “hepato”= hígado, “lipo” = grasa, mio= músculo, “melano”= células pigmentarias de la piel, “hemangio”= vasos sanguíneos.

El tratamiento óptimo del Cáncer es multidisciplinar. Es decir, las distintas especialidades médicas intervienen y establecen las combinaciones de tratamientos que aumentan las posibilidades de curación. Elaboran y establecen protocolos terapéuticos que se aplican en todos los Hospitales. Los casos que no cumplen los requerimientos del protocolo se discuten en el Comité de Tumores que elabora un plan terapéutico para el mismo.

Los tratamientos médicos para el cáncer son cirugía, radioterapia, quimioterapia, hormonoterapia, inmunoterapia y otros tratamientos.

  • Cirugía: Es el tratamiento más antiguo del cáncer. Aproximadamente un 70% de los tumores van a requerir una actuación quirúrgica.La cirugía en oncología consiste en la resección del tumor y de la zona que lo rodea procurando causar las menores consecuencias y tratando de preservar la máxima funcionalidad que se pueda. Las aplicaciones de la cirugía en Oncología pueden ser varias desde diagnósticas hasta reconstructivas. Los efectos secundarios dependen de muchos factores incluyendo la dimensión y la localización de la resección, la radicalidad, el estado general de salud del paciente. Autores como Alfredo Die Goyanes y Javier Die Trill, apuntan que la cirugía oncológica se debería acompañar siempre de rehabilitación física, funcional, psicológica, social y laboral para la recuperación del paciente.
  • Radioterapia: Consiste en la aplicación de radiación para destruir el tejido tumoral activo o para disminuir el riesgo de recidiva local. Los tumores más sensibles a este tipo de tratamiento son los linfomas, los tumores germinales y el carcinoma no microtico de pulmón. La radioterapia se suele aplicar combinada con otros tratamientos. Puede ser aplicada externa o internamente, en este último caso se llama braquiterapia. Existen otras modalidades de radioterapia como son la radioterapia intraoperatoria, la radioneurocirugía que es la combinación de radioterapia y cirugía para el tratamiento de distintos tumores. Los efectos secundarios de la radioterapia dependen del sitio que ha sido radiado. Sus efectos son resultado de un proceso inflamatorio agudo y/o crónico en la piel y en los órganos expuestos a la radiación. Los efectos más frecuentes a nivel externo es la radiodermatitis, junto con la astenia a medida que el tratamiento avanza.
  • Quimioterapia: Se administran un conjunto de fármacos con capacidad para destruir o detener el crecimiento e células en continua proliferación como las células tumorales. Su acción no es específica por lo que destruye también células normales que se regeneran como las epiteliales de las mucosas, los folículos pilosos, las células de la sangre, etc. Según sus objetivos se diferencian varios tipos de quimioterapia. Puede ser adyuvante, aplicada tras la cirugía con el objetivo de disminuir el riesgo de recaída local o a distancia. Neoadyuvante, que es la que se administra antes de la cirugía u otros tratamientos, con el objeto de disminuir la extensión del tumor y facilitar el éxito de la cirugía o de la radioterapia posterior. Quimio-radioterapia, es la aplicación conjunta de quimioterapia y radioterapia para potenciar el efecto de esta última. Paliativa, se trata de la aplicación de quimioterapia en enfermedad avanzada cuando la finalidad no es curativa, si no la mejora de la calidad de vida y de los síntomas derivados de la progresión de la enfermedad. Los efectos secundarios dependen de la combinación de fármacos y de la dosis que se empleen. Los efectos generales más frecuentes son; alopecia (pérdida del pelo), astenia, náuseas, vómitos, diarrea, llagas, infecciones. Hay otros efectos que son específicos del fármaco administrado. En general los efectos secundarios suelen desaparecer a los meses de terminar el tratamiento, pero en ocasiones hay efectos que se pueden mantener de forma crónica como la neuropatía.
  • Hormonoterapia: Se emplea en tumores hormonodependientes, es decir que dependen de las hormonas para su crecimiento como sucede con algunos cánceres de mama y de próstata. Estos tumores se producen y progresan por la acción de los estrógenos y de la testosterona respectivamente. La hormonoterapia consiste en la administración de fármacos que impiden la producción o la acción de las hormonas en los órganos diana. Su objetivo es reducir o eliminar el tumor. Pueden usarse combinadas con otros tratamientos. Es un tratamiento con baja toxicidad. Algunos de los efectos secundarios son fatiga, retención de líquidos, aumento de peso, sofocos, dolor articular, nauseas, vómitos o cambios en el apetito, enlentecimiento psicomotor y del lenguaje irritabilidad, cambios de humor, alteraciones de memoria y concentración y depresión.
  • Inmunoterapia: Se trata de un tipo de tratamiento que ayuda al sistema inmunitario a combatir a las células cancerosas. Es un tipo de terapia biológica ya que utiliza sustancias producidas por organismos vivos. Existen dos tipos de inmunoterapia según si intenta activar el sistema inmunitario para atacar a las células cancerígenas localizadas o si estimula al sistema inmune de forma más general. Entra las del primer tipo, estarían los anticuerpos monoclonales, las vacunas de tratamiento y entre las del segundo grupo, se encuentran las Citoquinas (interferón e interleucina-2). Los efectos secundarios dependen del estado de salud del paciente y del tipo de tratamiento aplicado. Los más comunes son síntomas a nivel local como irritación cutánea, hinchazón, erupciones y a nivel general síntomas como los de la gripe: fiebre, escalofríos, dolor muscular, debilidad, náuseas y vómitos.
Aunque todavía no se conocen todas las causas del cáncer algunas si han sido identificadas. La OMS estima que entre un 30 y un 50% de los casos de cáncer serían evi, ya que están relacionados con factores de riesgo conductuales y dietéticos. De modo que la implementación de planes de prevención mediante educación en hábitos saludables podría ayudar a reducir la incidencia de la enfermedad.

Los factores de riesgo son variables en función del tipo de cáncer. Pero podemos mencionar algunos de los más importantes:

  • La herencia genética es un factor que aumenta la predisposición a desarrollar algunos tipos de cáncer. Sin embargo parece que sólo entre un 10% y un 20% de los canceres se produce en personas con una historia familiar de cáncer.
  • El consumo de tabaco.
  • El consumo de alcohol.
  • La obesidad
  • Las dietas ricas en grasas saturadas y pobres en frutas y verduras.
  • El sedentarismo.
  • La exposición a radiaciones (entre las más frecuentes los rayos ultravioletas)
  • La exposición a algunas sustancias tóxicas como los asbestos, los bencenos, naftilaminas, el cloruro de vinilo, el gas radón, etc.
  • Algunas infecciones víricas como la hepatitis B o el Virus del Papiloma Humano.
  • Algunas bacterias como por ejemplo el Helicobacter pylori.
El cáncer continua siendo una de las primeras causas de muerte en el mundo. Lo cierto es, que cada vez hay más supervivencia y más conocimiento sobre los factores que causan el cáncer, por lo que la prevención se hace cada vez más importante.

Según el informe anual de 2019, de Sociedad de Oncología Médica (SEOM) sobre la incidencia del cáncer en el mundo:

  • Ha aumentado de 14 millones en 2014 a 18,1 millones en 2018 de casos nuevos en el mundo.
  • La estimación de dicha incidencia, para 2040, es que aumente a 29,5 millones de casos nuevos.

En base a los datos recogidos por Red Española de registros de cáncer (REDECAN) sobre diagnóstico en España:

  • En el año 2015 se diagnosticaron 771 casos nuevos.
  • Se estima que en 2019 el número de casos nuevos sea 234.

La SEOM estima que la supervivencia de los pacientes de cáncer ha aumentado de forma continua en los últimos años:

  • El número de supervivientes es cada vez mayor en España (2014) había 1,5 millones de supervivientes.
  • Se estima que cada año habrá 100.000 nuevos casos de personas que superen el cáncer.

Según la SEOM, algunas de las causas del incremento de los casos diagnosticados están relacionadas con el aumento de la población, con las técnicas de detección precoz y con el aumento de la esperanza de vida. Por otro lado, el diagnóstico de cáncer ya no es sinónimo de muerte. El 53% de los casos diagnosticados continúa con vida después de 5 años. Los datos de reino unido muestran una supervivencia del 50% en 10 años.

Los avances en los tratamientos, las actividades preventivas y las campañas de detección precoz hacen que la supervivencia haya aumentado y permiten en muchos casos la desaparición del tumor y en otros su control.

Es fundamental, por lo tanto, dedicar atención a las necesidades físicas, sociales y emocionales de esta población, cada vez mayor, de personas que padecen o que han tenido un cáncer.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, podemos entender que recibir un diagnóstico de cáncer es un impacto para nuestro equilibrio emocional. Se trata de una situación de crisis vital, en la que la enfermedad rompe con la sensación de continuidad, con el ilusorio sentimiento de control y sobretodo nos enfrenta a la incertidumbre

Como expresa magistralmente Trish Bartley “saber que las células de tu cuerpo están fuera de control y proliferan” hace difícil mantener la calma y produce un gran sentimiento de inseguridad e incertidumbre (162, pag 57).

Cuando nos vemos enfrentados a la idea de padecer cáncer, cada uno de nosotros vamos va a reaccionar de un modo diferente. En esta forma diferente de reaccionar y en el impacto emocional que tendrá el cáncer sobre nosotros van a influir una serie de variables:

  • Variables Personales: la edad, generalmente el impacto es mayor en menores de 40 años y en mayores de 80.

Las experiencias con la enfermedad en nuestro entorno próximo, haber cuidado un familiar cercano con cáncer puede incrementar nuestra respuesta emocional.

El momento evolutivo en que nos encontramos. Las experiencias vitales. Las características de nuestra personalidad. Los antecedentes de psico-patologías previas. El estilo de afrontamiento con que solemos enfrentar las situaciones estresantes. Los duelos a los que nos hemos enfrentado en nuestra historia y como nos han afectado. El significado que atribuimos al cáncer.

  • Variables Médicas: la localización del cáncer, el estadio del mismo, el grado de incapacidad que nos produce, los tratamientos a los que nos enfrenta, el dolor y las consecuencias de la enfermedad y de los tratamientos.
  • Variables Sociales: nuestra situación familiar, social, laboral y económica. Las creencias sobre el cáncer que hay en nuestro entorno. Por ejemplo; la soledad el aislamiento social, las dificultades económicas y laborales, así como las dificultades para comunicarnos con el equipo médico, hacen que en la persona que tiene cáncer haya un mayor impacto emocional.

En general, recibir un diagnóstico de cáncer se acompaña de un sentimiento de pérdida en relación a múltiples aspectos, que de acuerdo con C. Meseguer podríamos resumir en:

  • De la salud.
  • De nuestra Identidad. Las situaciones asociadas y derivadas de la enfermedad y sus tratamientos nos enfrenta a una serie de cambios que podrán ser temporales o definitivos. Por ejemplo nos lleva a concebirnos como enfermos, o al menos a tener que aceptar el rol de paciente, sometiéndonos a pruebas y tratamientos médicos, alejándonos de nuestra actividad laboral, de algunas de nuestras actividades de ocio, del desempeño de nuestro rol familiar, etc.
  • Sentimiento de control: la irrupción de la enfermedad rompe nuestro sentimiento de control, de predictibilidad de lo cotidiano y nos enfrenta al sentimiento de incertidumbre.
  • Relaciones: con frecuencia cambian nuestras relaciones y nuestros roles en las mismas.
  • Imagen de nosotros mismos: Tanto a nivel físico como el concepto que tenemos de nosotros mismos.
  • Estilo de vida.
  • Vida sexual: sobretodo en algunos tipos de tumores.
  • Capacidad de procreación.
  • Pérdida del proyecto vital o de futuro.
  • Pérdida del sentimiento de igualdad de condiciones respecto a antes de la enfermedad y al resto de la población.
  • Cambio del esquema de valores prioritarios.

 

Cuando recibimos una mala noticia relacionada con nuestra salud, como es el cáncer, en un primer momento el miedo a perder la vida es el primer pensamiento que aparece en nuestra mente. En este momento la reacción emocional más frecuente es sentir “shock”, confusión, incredulidad y tristeza; Después se van abriendo paso otras reacciones como ansiedad, miedo, irritabilidad, pérdida de apetito y dificultades para dormir, así como una preocupación continua por la enfermedad y las consecuencias que ésta podrá tener para nosotros y nuestra familia. Esta “preocupación de fondo” puede llegar dificultar nuestra concentración en las actividades cotidianas.

Generalmente vamos a sentir una mezcla de distintas emociones y pensamientos. Las emociones que vamos a ir sintiendo pueden ser cambiantes de un momento a otro y esto puede hacernos sentir ines.

Esta primera respuesta emocional suele ser intensa y dura algunos días, después de los cuales va remitiendo. Y aparecen otros procesos y reacciones puestas en juego para enfrentar la nueva situación que nos trae el cáncer.

Es importante la idea de que se trata de un proceso en el que la persona va a ir buscando reequilibrarse en cada etapa del curso de su enfermedad, pasando distintos momentos de crisis y de readaptación. Es decir, la reacción emocional al Cáncer al igual que la enfermedad misma es un proceso dinámico.

En este sentido, de acuerdo con P. García Rodríguez163, es un proceso emocional, que no es puntual y que continúa por un largo periodo de tiempo, durante toda la evolución de la enfermedad. Y en él se van realizando

continuas adaptaciones a las diversas situaciones que van apareciendo.

Con fines ilustrativos podríamos asimilar este proceso de adaptación al que describió la Dra. Klüber-Ross164, en los enfermos que se enfrentaban al final de la vida. Esta autora describió varias fases por las que atraviesan las personas que se enfrentan con un cambio impactante en su vida, hasta poder asumirlo. Estas fases no son secuenciales y pueden darse todas o algunas. Y serían:

  • Negación: Tizón165 la llama impacto o shock, Esta caracterizada por sentimientos de confusión y de incredulidad, por los que podemos pensar “debe haber un error”,” se han equivocado”,”no puede ser”. La sensación es de que esto no puede estar pasando.
  • Ira: cuando la negación se muestra insostenible, aparece lo que llama ira, que a veces aparece en forma de preguntas sobre ¿por qué? o puede aparecer en forma de sentimiento de injusticia, de rabia hacia los que me rodean, hacia los médicos o el personal sanitario. La persona puede sentirse “enfadada con la vida” o se siente culpable, triste, o puede tener tendencia a evadirse, enfadada consigo misma.
  • Pacto o negociación: se trataría de un momento en el que aún creemos que “puede ser que si hacemos algo no haya pérdida”.
  • Depresión: tristeza al entender que no se puede hacer nada para cambiar la situación, la pérdida es real (ya sea el diagnóstico, la recaída, las secuelas de los tratamientos, o la pérdida de un ser querido,) el sentimiento es de pena, desesperanza.
  • Aceptación de la enfermedad, de las limitaciones, de la pérdida. La persona asume su realidad y a partir de aquí puede reorganizar su vida más de acuerdo con sus posibilidades.

De modo que en general, muchas personas después de un tiempo terminan aptándose a la su nueva situación con sus propios recursos y no presentan psicopatología manifiesta, sino una reacción a una situación altamente estresante. De manera que, nuestras intervenciones en estos casos más que una psicoterapia como tal, son un “acompañamiento psicoterapéutico” que ayuda a que los pacientes y sus familias a recobrar el equilibrio emocional y a adaptarse a los cambios.

Algunas recomendaciones para facilitar la respuesta adaptativa, serían:

  • Evitar una retirada de circuito social habitual y proporcionar nuevos circuitos.
  • Favorecer el ejercicio-actividad física adaptada a la nueva situación, evitar cese de actividades placenteras e incorporar nuevas actividades.
  • Potenciar la autonomía en la toma de decisiones y en el autocuidado, para recobrar el sentimiento de control. La participación activa en el proceso de adaptación y sentirse apoyado en éste tiene efectos positivos para el estado de ánimo.
  • Proporcionar apoyo informativo: estar bien informados acerca de lo que se espera que va a ocurrir ayuda a prepararse mentalmente para cada etapa, haciendo que no sea aterradora y aumente nuestro sentimiento de confianza a la hora de hacerle frente. Es decir, tener buena información sobre el tratamiento, sus objetivos, los posibles efectos secundarios y como paliarlos, puede ayudarnos a enfrentarlos.
  • Facilitar la relación con el equipo médico es muy importante.
  • Facilitar el mantenimiento de roles. Mantener tareas de rol anterior pero adaptadas a posibilidades actuales, proporcionar ayuda a las familias a hacerse cargo de los nuevos roles.
  • Favorecer la comunicación abierta en el interior de la familia. Expresión de necesidades y emociones, poder pedir ayuda.
Hay algunas psicopatologías que suelen estar asociadas al Cáncer, las más frecuentes son: trastorno adaptativo, ansiedad, fobias, depresiones, estrés postraumático y delirium.

El Trastorno Adaptativo se refiere a estados de malestar subjetivo acompañados de alteraciones emocionales que interfieren en la actividad social, laboral de la persona y que aparecen en el periodo de adaptación a un cambio vital como puede ser tener Cáncer. El cuadro suele aparecer en el mes posterior al acontecimiento estresante y la duración de los síntomas no suele exceder los seis meses. Este trastorno166 se presenta en el 80% de las personas que buscan ayuda en psico-oncología.

En cuanto a Trastorno por estrés postraumático, los síntomas suelen aparecer un tiempo después de terminar los tratamientos. Generalmente son más leves que en otras circunstancias traumáticas, apareciendo algunos de los síntomas, pero no todos.

En relación con las Depresiones, nos encontramos con una dificultad a la hora de diagnosticarlas, ya que en los pacientes oncológicos son difíciles de diferenciar de algunos síntomas de la enfermedad, por ejemplo: Insomnio o hipersomnia, anorexia (falta de apetito), pérdida o ganancia de peso significativa, cansancio, alteración de la capacidad de concentración, agitación o enlentecimiento psicomotor. Algunos de estos síntomas son comunes tanto en depresiones como en los efectos secundarios de la quimioterapia.

Cuando nos sentimos solos, desesperanzados, incapaces de disfrutar con lo que antes si podíamos, con indiferencia, abrumados, con sentimientos de desesperanza, falta de proyección a futuro, nos vemos incapaces realizar tareas que antes no nos suponían esfuerzo, para tomar decisiones sencillas, y no podemos llevar a cabo nuestra actividad cotidiana y esta situación perdura en el tiempo podemos estar ante una depresión.

En lo referente a la ansiedad, puede estar relacionada tanto con la situación de enfermar, provocada por los tratamientos o existir un trastorno de ansiedad previo que se ve exacerbado por la enfermedad.

La ansiedad es una sensación de alarma, con síntomas físicos como opresión en el pecho, malestar digestivo, palpitaciones, temblor y síntomas mentales como sentirse disperso, aturdido con dificultad para concentrase, irritabilidad, pensamientos de preocupación. La ansiedad puede ser una respuesta puntual relacionada con algunas situaciones concretas o ser un estado más continuo.

Pero cuando su intensidad o su duración son elevadas, estaríamos frente a un trastorno de ansiedad que puede resultar muy limitante y requiere tratamiento psicoterapéutico y a veces farmacológico.

De modo que cuando alguna de las emociones que aparecen en el proceso de adaptación (tristeza, miedo, ira, culpa, ansiedad, descenso de autoestima) es demasiado intensa y dificulta las actividades básicas personales, familiares, laborales o sociales es importante consultar con un profesional.

Situaciones y factores que dificultan la adaptación e incrementan el riesgo de presentar psicopatología:

  • Sociales: Falta de apoyo social.
  • Problemas familiares graves.
  • Ambientales: desempleo, dificultades económicas.
  • Situaciones vitales estresantes: jubilación, cambios de residencia, separación de la pareja.
  • Haber sufrido una situación traumática anterior.
  • Haber sufrido recientemente la pérdida de un ser querido.
  • Historia previa de problemas psicológicos (ansiedad, depresión, trastornos de personalidad, consumo de sustancias toxicas) tanto en el momento del
    diagnóstico y anteriormente.
  • Familiares de primer grado han fallecido de cáncer.

Hay circunstancias relacionados con la enfermedad y con los tratamientos que pueden afectar por si mismos al estado de ánimo, por ejemplo:

  • Cuando existe dolor no controlado.
  • Falta de apetito.
  • Padecer algunos tipos de cáncer (de páncreas, de cabeza o cuello).
  • Estado avanzado de la enfermedad.
  • Algunos fármacos.
Antes de cualquier intervención se realiza una evaluación del paciente y su situación personal, social y familiar.

La finalidad de la evaluación psicológica es entender la situación global de la persona, tanto a nivel objetivo como subjetivo. Se trata de recoger información para entender cómo piensa, como vive, como se siente para detectar posibles áreas de intervención para mejorar su bienestar emocional y el de su entorno sociofamiliar.

Para ello recogemos información mediante una o varias entrevistas:

  • Recabando datos personales, edad, nivel de estudios, profesión.
  • Datos médicos: su diagnóstico médico, la historia médica que nos cuenta el paciente escuchando como entiende el paciente la misma y como la vive, como llegó al diagnóstico, a qué atribuye la enfermedad, que tratamientos ha recibido, como ha enfrentado los mismos y las pruebas, en que momento de la enfermedad se encuentra, que pronóstico tiene. ¿Se contrasta esta información con los datos médicos de sus informes médicos?.
  • Motivo de consulta, aquí escuchamos tanto la queja explicita del paciente como la queja latente, lo no dicho.
  • Tomamos su historia psiquiátrica: antecedentes de psicopatología anteriores a la enfermedad oncológica, episodios de ansiedad, miedos, depresiones, intentos autoliticos, consumo de sustancias toxicas (drogas, alcohol). Tratamientos psiquiátricos y psicoterapéuticos anteriores. Estilo de vida. Descripción de un día “normal”.
  • Antecedentes psiquiátricos familiares. Diagnósticos y tratamientos psiquiátricos. Intentos autoliticos. Abuso de sustancias.
  • Historia médica de la familia. Historia familiar de cáncer.
  • Datos sobre su personalidad, como se ha enfrentado a otras situaciones críticas, que duelos ha tenido y como los ha elaborado, sobre su historia vital, sobre con quien vive como son sus relaciones, genograma, cuidador principal, fuentes de apoyo, red social, actividad laboral, actividades de ocio, hábitos de salud: alimentación, ejercicio.

Realizamos como en cualquier caso en Psicología clínica un examen del Estado Mental, tomando nota sobre:

  • Su aspecto físico si es apropiado a su edad y a la situación y su comportamiento durante la entrevista.
  • Su estado de conciencia, alerta, orientación, atención.
  • Memoria a corto, medio y largo plazo.
  • Percepción e imágenes mentales. Alteraciones cuantitativas o cualitativas (alucinaciones, percepciones ilusorias, falsos reconocimientos)
  • Habla: tono, volumen y ritmo.
  • Forma del pensamiento y del lenguaje: lógico, coherente, concordancia del discurso con el afecto.
  • Contenido del pensamiento, creencias anormales.
  • Comportamiento psicomotor: agitación, sopor, perplejidad.
  • Conciencia de sí mismo.
  • Juicio de realidad o capacidad de juicio.
  • Imagen corporal.
  • Afectos y emociones: expresión emocional verbal y no verbal.
  • Funciones fisiológicas: patrones de sueño, alimentación, sexualidad, dolor y estado general. Síntomas digestivos (nauseas, diarreas, vómitos,etc. Problemas orales como sequedad, aftas, etc. Control de esfínteres, incontinencia, problemas relacionados con ostomias, etc. Linfedema, fatiga, astenia y su grado.
  • Exploración de la inteligencia.
  • Área social y relaciones interpersonales.
  • Reacción del examinador.

Todo ello nos da una idea general, una impresión clínica y un juicio diagnóstico, que nos permitirá diseñar un plan de intervención para la persona que tenemos delante.

En la mayor parte de los casos, tendremos también entrevistas con algún miembro de la familia del paciente, ya sea la pareja, algún hijo o en ocasiones todo el grupo familiar ya que todos se ven afectados por la enfermedad. De modo que podemos realizar intervenciones familiares si se estima necesario. Como podemos ver, es un trabajo en el que es importante que seamos flexibles en el encuadre.

Prevención: Es la promoción de hábitos saludables de alimentación y ejercicio físico. Campañas anti tabáquicas, promoción de participación en pruebas de screening.

Consejo Genético: Apoyo y ayuda en una situación que nos enfrenta a una serie de informaciones y tomas de decisión en individuos físicamente sanos.

Prediagnóstico: El descubrimiento de un síntoma, un bulto, un dolor, un sangrado, etc. lleva al paciente a consultar, a veces en urgencias comienza rápidamente el proceso. Otras veces en la consulta de un especialista tras un resultado inquietante en una prueba de cribado. En este momento se realizan distintas pruebas médicas que confirmen o descarten el diagnóstico de un cáncer.

Las reacciones emocionales más frecuentes son alarma, ansiedad, aturdimiento, irritabilidad, incertidumbre, miedo, hipervigilancia, alteraciones del sueño. Puede que la persona se sienta abrumada, confundida, irritable y a veces le cueste saber lo que tienen que hacer. En este momento el nivel de ansiedad puede ser muy elevado e interferir en la actividad diaria.

Momentos de espera breves de la confirmación- descarte del diagnóstico. La rapidez en las pruebas, los resultados y las consultas y disponer de información por parte del equipo médico puede ayudar a recobrar la calma.

Posibles intervenciones desde la psicología son apoyo y contención emocional. En algunos casos profilaxis emocional, (preparación para intervenciones y pruebas.

Diagnóstico: Una vez que se confirma el diagnóstico de cáncer, la comunicación del estadio de la enfermedad, del pronóstico y del plan de tratamiento, a nivel emocional se rompe el sistema de homeostasis y las reacciones inmediatas pueden ser variadas, frecuentemente son alarma, conmoción, aturdimiento, dolor, ansiedad, miedo, tristeza, desanimo, enfado, culpa, temor, necesidad de aislamiento. A veces se busca la soledad para poder pensar sobre lo está pasando. Pero, a pesar de ello, con el diagnóstico hay algo cierto: “tengo cáncer”, así que una parte de la incertidumbre disminuye.

También puede recobrarse algo de calma ante la perspectiva de que alguien sabe qué hacer y hay algo que uno puede hacer, esto ayuda a recobrar parte del sentimiento de control.

Una buena comunicación con el equipo médico y un entorno social que acompañe y apoye facilita la asimilación del diagnóstico y la adaptación a la nueva situación.

Algunas situaciones que pueden requerir nuestra intervención en este momento:

  • Ansiedad y Miedos hacia las pruebas, los tratamientos, hacia los efectos secundarios de éstos y a la recurrencia de la enfermedad.
  • Hay muchas personas que tienen un enorme sentimiento de culpa por sentir miedo o tristeza pues durante algún tiempo se ha promovido la creencia de que en el proceso tiene gran influencia el estado anímico y la actitud que debe ser “siempre positiva”.
  • La persona está en duelo por perdidas recientes de seres queridos o tiene una historia familiar de múltiples pérdidas por Cáncer.
  • Por sus características de personalidad o por presentar psicopatología previa la persona tiene un estilo rígido y desadaptativo de afrontamiento de las dificultades.
  • La persona se encuentra socialmente aislada.
  • El estado de salud y el pronóstico son desfavorables desde el primer momento.
  • Presencia de conflictos en el contexto social presentes o anteriores no resueltos.
  • Dificultades de comunicación con el equipo médico.

 

Los Tratamientos: Como hemos visto, los tratamientos más frecuentes suelen ser cirugía, quimioterapia, radioterapia, tratamientos combinados, hormonoterapia, inmunoterapia, etc. Actualmente los tratamientos de quimioterapia se adaptan más al tipo de tumor y a las necesidades del paciente.

Durante los tratamientos, a veces, se recobra la sensación de control por estar haciendo algo para luchar contra la enfermedad. En general suele haber más calma y las personas suelen estar centradas en la tarea de cuidarse y estar bien para aguantar los tratamientos.

Pero, en este momento, puede aparecer malestar psicológico que requiera nuestra intervención, por ejemplo:

  • Miedo a las cirugías, a la anestesia, a la operación por la pérdida de funciones o/y de una parte de nuestro cuerpo, al dolor, a volver a casa y no valerse por uno mismo etc.
  • Miedo y malestar relacionado con los tratamientos; dolor, problemas digestivos, nauseas, diarrea, fatiga, falta de apetito, cambios en la imagen corporal: alopecia, ganancia o pérdida de peso, también se dan problemas de sueño, de memoria, problemas sexuales.
  • Ansiedad, tristeza, irritabilidad, falta de autoestima por ejemplo a algunas personas estar un periodo largo de baja laboral les produce malestar o tienen sentimientos de vergüenza relacionados con la condición de “enfermo”.
  • Hay un número de personas que sienten malestar por la pérdida de “anonimato”. Algunos efectos secundarios como por ejemplo la alopecia son visibles y pueden hacer sentir a algunas personas expuestas socialmente.
  • En ocasiones con la quimioterapia se producen nauseas anticipatorias o condicionadas al entorno del hospital. En estos casos pueden ser efectivas las técnicas de Desensibilización Sistemática.
  • Pueden aparecer dificultades en las relaciones familiares. La familia también se ve afectada y tiene que reorganizar su funcionamiento: cambio de roles, reparto de tareas.
  • Cuando hay niños o adolescentes. Pueden solicitar orientación sobre cómo manejar la situación con los hijos.
  • Síndrome de Estrés Postraumático es frecuente después de algunos tratamientos. (por ejemplo de algunos tipos de Radioterapia en cabeza, experiencias muy impactantes con cirugías, etc.).

 

Postratamiento: Al terminar los tratamientos y pasar la primera revisión con todos los resultados favorables, todo el mundo esperaría que el paciente se encuentre animado y tranquilo porque ya ha pasado lo peor.

Muchas veces la persona se siente triste, irritable, sin ganas de nada y con miedo a que reaparezca la enfermedad, a que pase alguna otra cosa en la familia, sensación de desprotección al no ser observadas tan de cerca por los médicos. Al normalizar la situación la familia, los pacientes pueden sentir que hay falta de atención cuando aún se encuentran débiles y tienen un proceso muy costoso por delante.

El primer año, hay que incorporar las visitas a los médicos en la organización de lo cotidiano, por ejemplo las revisiones pueden ser cada tres meses. Y a veces puede resultar agobiante seguir de médicos.

En este periodo se realiza una reorganización y una reflexión sobre lo que ha pasado, sobre cómo retomar la vida “por donde la habíamos dejado”, llevándonos a pensar si es lo que queremos y si podemos.

De acuerdo con J. Holland167, muchas veces cambia nuestra noción de temporalidad y nos replanteamos el esquema de prioridades.

También muchas veces encontramos problemas con el esquema corporal, miedo a la recaída.

En ocasiones los demás, la familia y los amigos, están esperando y deseando que la persona vuelva a la normalidad, que vuelva a ser el de antes y a hacer lo que antes hacía, pero muchas veces eso no es posible y otras, se necesita tiempo.

 

Supervivencia: Hay distintos criterios pero consideraremos que partir de un año sin tratamiento y sin recaídas se considera a la persona “superviviente”.

Durante este tiempo, ya se pueden apreciar cuáles son las secuelas permanentes de los tratamientos; Por ejemplo, frecuentemente queda un adormecimiento en yemas de dedos de pies y manos resultado de la toxicidad de algunos tratamientos. Astenia es la sensación de cansancio, se puede tener la sensación de contar con menos energía, dolor, osteoporosis, ganancia o pérdida de peso, cambios en el esquema corporal, problemas cardiacos, problemas respiratorios, entre los más frecuentes.

Hay miedo a la recaída. Éste es un miedo normal que, a menudo, es más intenso al principio y se va atenuado con el tiempo y los resultados de revisiones sin enfermedad. Si bien hay algunas situaciones que pueden intensificar el miedo como los aniversarios del diagnóstico, enfermedad de algún familiar, las fechas próximas a las revisiones, algunos síntomas.

A veces hay un sentimiento de impotencia, de perdida, la sensación de que ya nada será como antes. Y esto puede hacer que las personas disminuyan su actividad social. Se produce un proceso de reorganización de los proyectos y de las prioridades.

Hay otros casos en los que se habla de un crecimiento postraumático resultado de la elaboración de las vivencias.

  • Nuestras tareas en este momento son ayudar a las personas a elaborar lo vivido, a adaptarse a su “nueva normalidad” con las secuelas de los tratamientos, a la reincorporación a la vida laboral y social después de periodos generalmente largos de baja por enfermedad, a adquirir o reestablecer hábitos de vida saludables y actividades de ocio y tiempo libre que mejoren la sensación de bienestar, facilitar la comunicación.

Así mismo tratar la ansiedad y depresión que pueden aparecer en esta etapa. Actualmente y debido a la supervivencia cada vez mayor, hay mayor investigación y programas de atención específica a “supervivientes”.

 

Recaída: Cuando después de un tiempo vuelve a aparecer la enfermedad, la recaída supone un impacto mayor que el primer diagnóstico y es más difícil mantener la esperanza. Las reacciones emocionales son de frustración, rabia, desanimo, indefensión y sentimientos de incontrolabilidad.

Después de un proceso de aceptación de la situación, a veces puede empezar a pensarse como una condición crónica con cierto grado de controlabilidad con revisiones médicas, cambio de hábitos, y nuevos periodos de tratamiento.

En este momento es importante el apoyo psicológico tanto para el paciente como para su familia. Facilitar que pueda seguir realizando actividades importantes, adaptadas a su estado y posibilidades físicas.

 

Progresión de la enfermedad: En algunas ocasiones, a pesar de los tratamientos hay progresión de la enfermedad, en los resultados se ve aumento de los tumores o extensión de los mismos a otras zonas del cuerpo.

En este momento el desánimo es grande, comprobar que a pesar de todos los esfuerzos y de todo lo sufrido y que la enfermedad no se puede parar supone un duro impacto.

Así que podemos entender fácilmente la impotencia, el miedo, la tristeza, la frustración, la desesperanza y la pérdida de confianza que se experimenta y cómo comienza a estar muy presente la idea de la muerte.

Acompañar y facilitar la puesta en marcha del proceso de adaptación a la nueva situación, es importante en este periodo.

 

El final de la vida: Cuando los tratamientos médicos resultan ineficaces y el progreso de la enfermedad no se puede evitar y el deterioro físico empieza aparecer, comienzan los tratamientos paliativos cuyo objetivo no es curativo sino proporcionar “la más alta calidad de vida para el paciente y su familia163. En esta etapa el objetivo es facilitar la adaptación del paciente y su familia a la situación de terminalidad”.

Es un momento en que el deterioro físico se va haciendo presente de forma progresiva. Hay miedo al dolor, a lo desconocido, mucha tristeza por los seres queridos que se van a perder, por los proyectos que quedan sin cumplir y por la propia vida.

Pueden darse situaciones familiares de conspiración de silencio, claudicación familiar, que hacen sentir a la persona en situación terminal mucha soledad.

La adaptación a esta situación es la que describió E. Kübler-Ross164, con las etapas; shock, negación, rabia, negociación, depresión, resignación.

Algunos autores hablan de que hay una serie de tareas o necesidades emocionales y espirituales161 ,168, que podrían resumirse del siguiente modo:

  • Necesidad de releer la propia vida como valiosa, dar significado a la lo vivido. Realizar un examen de la vida, contar las “propias historias”; Trasmitir conocimientos y experiencia.
  • Conseguir la sensación de conclusión de asuntos pendientes tanto personales como fiscales, legales, etc.
  • De dejar un legado, ya sea material o “ideológico”.
  • Lograr un sentimiento de trascendencia. A esto pueden ayudar las creencias religiosas.
  • Estar en paz con uno mismo y con los demás, perdonarse y perdonar, necesita reconciliarse con su historia.
  • De buscar un sentido a este momento de la vida, por ejemplo “morir bien para que los hijos puedan tener un ejemplo”.
  • Necesidad de despedirse con calma.
  • Aceptar y entregarse sin miedo.

Nuestra función es facilitar estas tareas, ayudar a encontrar coherencia y sentido a lo vivido, acompañar y dar contención emocional tanto al paciente como a su familia.

Sea cual sea nuestra intervención, la actitud frente al paciente es siempre de honestidad, aceptación, escucha y respeto. La Alianza Terapéutica ayuda a generar un sentimiento de seguridad y éste va a permitir al paciente poner en marcha sus recursos propios y a aprender otros nuevos.

Como vemos estas intervenciones de escucha, elaboración, ayuda y acompañamiento son importantes para enfrentar momentos costosos durante la enfermedad y dinamizar los recursos de adaptación de las personas. Pero hay también otra línea de intervenciones más cercanas a la prevención, que priorizan el cuidado del cuerpo y de la salud, que hacen al paciente tomar papel activo en su propio cuidado, que le permite tener un lugar de potencia en su propia salud. En esta línea de intervenciones estaría la promoción de hábitos saludables, entre ellos del ejercicio físico en nuestros pacientes.

Desde la OMS se alerta del riesgo para la salud del sedentarismo. Es responsable del 6% de los principales riesgos de mortalidad global. Siendo uno de los factores de riesgo para muchas enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad, la osteoporosis, algunos tipos de cáncer y de depresión.

Por otro lado se ha comprobado que la implantación de programas estructurados de actividad física ha resultado útil en problemas coronarios, en pacientes diabéticos y actualmente también en pacientes con cáncer. Llegando a la conclusión de que el ejercicio físico es un factor de prevención de mortalidad prematura.

Se considera que el ejercicio físico es una actividad planificada, estructurada y repetitiva que tiene por objetivo la mejora del estado físico de la persona, el deporte añadiría a esto que el ejercicio se realiza bajo unas normas.

Las recomendaciones sobre ejercicio físico de la Organización Mundial para la Salud (OMS) para la población general adulta sana con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias, musculares , la salud ósea y reducir el riesgo de enfermedades no trasmisibles (ENT) y de depresión, son para personas entre 18 y 64 años dedicar 150 minutos semanales a la práctica de ejercicio aeróbico de intensidad moderada, que es aquella que hace que aumente la frecuencia cardiaca y el consumo de oxigeno del cuerpo. (p.ej.: nadar, bailar, caminar rápido, aerobic, bicicleta, trotar) o 75 minutos a actividad aeróbica vigorosa (por ejemplo: correr, nadar más de 1 hora, spinning) o la combinación de ambas. La actividad aeróbica debe practicarse en sesiones de como mínimo 10 minutos y para mayores beneficios se aumentara la actividad. Recomienda también realizar dos veces en semana actividades de fortalecimiento de los grandes grupos de músculos, ejercicios de tonificación o fuerza por ejemplo: tonificación con pesas, abdominales, fondos, yoga, Pilates. En el capítulo XI se realiza un comentario más profundo de este tema.

De modo que son muchos los beneficios de realizar ejercicio físico de forma regular, algunos de ellos:

  • Reduce el riesgo de hipertensión, de cardiopatías coronarias, de accidentes cardiovasculares, de diabetes, de cáncer de mama, de cáncer de colon, de caídas en personas mayores, de depresión.
  • Mejora la salud ósea, la funcionalidad, la movilidad, la capacidad muscular, la capacidad cardiorrespiratoria, la capacidad de esfuerzo sin fatiga.
  • Aumenta la respuesta del sistema inmunológico, facilita la digestión y el tránsito intestinal y ayuda a controlar el peso.

Ya que el ejercicio físico mejora la calidad de vida y aporta beneficios físicos, psicológicos y sociales, y bienestar mental, los profesionales de la salud debemos favorecer y promocionar la práctica de ejercicio en la población general y en nuestros pacientes.

En algunos estudios se ha observado que, tanto en personas que estaban en tratamiento como en las que ya lo habían terminado, había una disminución del nivel de actividad física respecto al que realizaban antes del diagnóstico. Esto estaría relacionado con el malestar producido por los efectos secundarios de los tratamientos tales como fatiga, dolor, debilidad, desánimo.

En los últimos 10 años ha habido un creciente interés, desde las múltiples instituciones dedicadas a la prevención y promoción de la salud en enfermos de cáncer, en investigar los beneficios del ejercicio físico para pacientes oncológicos, tanto en tratamiento como después de los mismos en cuanto al nivel de bienestar físico como emocional.

Entre los beneficios se encuentran:

  • Mejoría para diferentes efectos secundarios de los tratamientos, tales como fatiga, sensibilidad en pies y manos.
  • Disminución de grasa corporal, que parece estar relacionada con la producción de hormonas relacionadas con el cáncer
  • Ayuda a recuperar un peso saludable.
  • Aumento de la masa muscular, relacionada proporcionalmente con la tolerancia de una persona a la quimioterapia.
  • Aumento de las defensas. Activa el sistema inmunitario.
  • Aceleración de la recuperación de las cirugías.
  • Prevención de enfermedades oportunistas como las cardiovasculares y la diabetes.
  • Mejora la autoestima, mejora la apariencia física y la motivación así como la ansiedad y la depresión.
  • Así como se encuentra un aumento de la supervivencia en pacientes con Cáncer localizado o avanzado de mama y colon. Siendo un factor de protección tanto para el desarrollo de algunos subtipos de cáncer de mama, como para las recaídas tras el diagnóstico.

Estas investigaciones nos llevan a hablar de Ejercicio Físico Oncológico, definido como aquel pautado y controlado de forma individualizada, por un equipo multidisciplinar, que se realiza para reducir o prevenir los efectos secundarios de tratamientos y que mejora la salud, la calidad de vida y la supervivencia de los pacientes oncológicos.

Actualmente se están a desarrollando programas de ejercicio físico oncológico adaptados para cada paciente en función de la localización del tumor, el estadio de la enfermedad, los tratamientos, los efectos secundarios que presenta, si tiene o no linfedema, etc. Tanto desde la AECC, como desde el Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM), y la SEOM se están desarrollando programas de ejercicio oncológico. Siendo un ejemplo la publicación de una Guía de Ejercicio Físico y nutrición para pacientes con Cáncer de mama localizado y avanzado.

En ella se explica los tipos de ejercicio que mejoran cada tipo de efecto secundario. Por ejemplo; para el linfedema (inflamación producida tras cirugía por acumulación de líquido linfático que produce limitación funcional y dolor recomienda estiramientos y trabajo de tonificación y movilización del miembro afectado. Para la fatiga crónica: Sensación de extremo cansancio general mantenido en el tiempo, que no corresponde a un esfuerzo realizado y no remite con descanso. Recomienda ejercicio e resistencia y de tonificación.

Para los daños cardiacos, producidos por algunos tratamientos aconseja ejercicio de resistencia y de tonificación.

Para la pérdida de fuerza, una combinación de ejercicios de resistencia de tonificación y estiramientos.

En la osteoporosis (pérdida de calcio del hueso que aumenta el riesgo de fracturas), ejercicios de tonificación de brazos y tronco para recuperar la masa ósea de espalda y ejercicios de impacto bajo o moderado para recuperar la de la cadera. para recuperar la de la cadera.

También realiza observaciones para evitar lesiones, y propone un programa de ejercicio físico de 12 semanas para pacientes con tratamiento o con efectos secundarios agudos y otro para pacientes sin tratamiento o sin efectos secundarios agudos. Llegando en estos últimos a una actividad de frecuencia de 5 días en semana y 130 minutos de ejercicio de resistencia y 20 minutos de ejercicios de tonificación. Cada sesión de ejercicio consta de tres partes una de calentamiento, la central de ejercicio de resistencia o de tonificación y la última parte de estiramientos para relajar y oxigenar la musculatura. Se trata de un programa que va incrementando la duración de las sesiones de forma progresiva comenzando 4 días en semana y llegando a lo anteriormente comentado. Esto para pacientes sin tratamiento. Para los que están con tratamiento o con efectos secundarios agudos, comienzan 3 días pasando a un día de ejercicio y otro de descanso y repartiendo 2 de tonificación y 2 de resistencia. Llegando a 90 minutos de resistencia y 20 de tonificación. Siempre con recomendaciones especiales para situaciones de linfedema.

En los programas de ejercicio oncológico se realiza una evaluación del paciente en cuanto a su capacidad cardiovascular, su composición corporal y su fuerza máxima. A partir de ésta, se diseña un plan personalizado de ejercicio durante 12 semanas, con el objetivo de que el paciente comience a realizar ejercicio y después integre su plan su estilo de vida de forma continuada.

Estos programas resultan de gran utilidad tanto antes, en prevención, como durante, para mejorar los efectos secundarios, como después de los tratamientos, para la recuperación de la forma física. Así mismo, son de gran ayuda para los pacientes supervivientes, tanto recientes, para recuperar su normalidad actualizada, como medios, para enfrentar las consecuencias de la enfermedad tales como fatiga, resultado de algunas cirugías, cambios en su modo de vida, incertidumbre y miedo a las revisiones y a la recaída. Así como, para los largos supervivientes que se enfrentan con algunas huellas de haber pasado la enfermedad tanto a nivel físico, como emocional y social. Para este amplio grupo de personas, el ejercicio físico puede ser un ingrediente para ayudarles con los problemas psicológicos como ansiedad, depresión subclínica que frecuentemente experimentan.

Esto nos introduce en el tema de los efectos del ejercicio para la salud emocional y psíquica.

La ansiedad y la depresión son problemas de salud mental ampliamente extendidos en la población y como hemos visto también en los pacientes oncológicos. Entre el 30 y el 50% de las personas que han sido diagnosticadas de cáncer, presentan malestar emocional clínico; el trastorno adaptativo, los cuadros de ansiedad y las depresiones son los más frecuentes166.

El ejercicio físico puede también ayudar a mejorar el estado emocional. Hay evidencia sobre los beneficios del deporte para la reducción de la ansiedad, mejora del estado depresivo leve a moderado aunque no se encuentran datos concluyentes sobre mejoría en Depresión Mayor.

Se ha encontrado que, la realización de ejercicio físico regular de intensidad de ligera a moderada, disminuye la ansiedad, tanto rasgo como estado. Ansiedad rasgo, se refiere a ansiedad general vinculada a factores de personalidad, tendencia ansiosa a estar en estado de alerta, anticipando preocupaciones e interpretando los estímulos y situaciones como peligrosas. Ansiedad estado es una respuesta puntual de ansiedad frente a una situación presente.

Hay estudios que concluyen que el ejercicio físico disminuye las manifestaciones de ansiedad tanto mentales: preocupación, miedo, necesidad de búsqueda de ayuda, percepción de pérdida de control, disminución de la concentración y de las memoria, como somáticas: palpitaciones, tensión y dolor muscular, sudoración, alteración del ritmo cardiaco, temblor, sequedad de boca, dificultad para respirar o para tragar, etc.

Algunas explicaciones sobre los efectos del ejercicio en la disminución de la ansiedad podrían ser que el ejercicio físico tiene un efecto de contracción-distensión muscular, similar al de técnicas de relajación muscular progresiva de Jacobson. Esto mejoraría el componente de tensión muscular de la ansiedad. Cuando tenemos ansiedad nuestras respiraciones son con inspiraciones cortas y superficiales. Al realizar ejercicio de intensidad moderada, tenemos que cambiar la pauta respiratoria, realizando inspiraciones más profundas y con distinto ritmo, lo que tiene efecto a nivel del sistema neurovegetativo.

Por otra parte, la práctica de ejercicio produce un incremento de noradrenalina (NA), implicada en la respuesta del organismo al estrés.

También, entre otros efectos, estimula la producción de endorfinas, hormonas vinculadas a la neurotransmisión e implicadas en la regulación del dolor y en la sensación de bienestar.

A nivel psicológico, la práctica de ejercicio permite distraer la atención del foco de preocupación consiguiendo reducir el pensamiento rumiativo característico de la ansiedad; Además facilita la socialización, nos genera un sentimiento de eficacia, de ser agentes de acción, lo que nos devuelve cierta sensación de control. Por otro lado, la práctica continuada mejora nuestra forma física y nuestra imagen influyendo todo ello positivamente en nuestra autoestima y con ello en nuestro estado anímico.

De acuerdo con esto, estudios realizados en pacientes supervivientes de cáncer muestran que los programas de ejercicio reducen significativamente la ansiedad y la depresión. Así como también, tanto en pacientes que están recibiendo tratamiento como en aquellos que ya lo habían terminado muestran menores pérdidas de memoria que los que no participaron en programas de ejercicio físico170.

Por tanto, una de nuestras intervenciones como psico-oncólogos, en relación con el ejercicio físico es promover hábitos de actividad física en nuestros pacientes. Tanto en aquellos que nunca los tuvieron como en aquellos que los abandonaron con la enfermedad.

Así mismo, facilitar la adhesión a estos programas de ejercicio. A esto contribuye podamos ayudar a nuestros pacientes a desarrollar actitudes positivas hacia el deporte, a que sean conscientes de que deben elegir una actividad que les resulte agradable. También que puedan pro

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